Cada espectáculo convive inherentemente con unas peculiaridades estéticas, bien plasmadas en imágenes, bien plasmadas en sonidos y, por qué no, en un ideario sociológico de difícil comprensión en ocasiones, que le diferencia del resto. Pensemos en los silencios lógicos en una representación operística o en las alternancias acústicas propias de un partido de tenis -antes, los tiempos silencio/aplauso eran más respetados- o, por qué no, en los vaivenes emocionales que despierte un partido de balonmano o de baloncesto, solo por citar unos deportes de sala en los que las resolución de la actividad es fulgurante -ataque/contraataque-.
Este pórtico justificativo viene a cuento del ataque acústico que estamos sufriendo desde que arrancó el mayor espectáculo del mundo como es un campeonato del mundo de fútbol, en este caso el de Suráfrica. Sustentando la defensa en la tradición "trompetística" africana, de dudosa longevidad, ya que se habla de una década, se está poniendo en solfa el sentido verdaderamente emocional del fútbol, proyectado sobre el terreno de juego -salvo deshonrosa excepciones- en aplausos, silbidos, coros y expresiones como ooooohhhh!...No es una apreciación baladí ni frívola, todo lo contrario. La comunicación verbal dentro y fuera de un terreno de juego es fundamental en una manifestación deportiva, tal es el caso del fútbol, como nos ocupa. Quiere esto decir que el hecho de que los jugadores puedan comunicarse entre sí sin interferencias o que los espectadores puedan hacerlo igualmente parecería lo normal y lógico. Y así suele ser.
Los ingleses exportaron inconscientemente la dinámica coral al resto del mundo deportivo. Pocos amantes del fútbol desconocen el célebre "You´ll never walk alone" -"nunca caminarás solo"-, entonado por los hinchas de Anfield -estadio del Liverpool-, y muchos se identifican con los cánticos de sus colores, todo dentro de un contexto coral intelegible.
El conflicto llega cuando desde el hemisferio sur africano se nos habla de una "tradición" sonora -por cierto, con marca de Coca- Cola en el extremo de la trompetilla-, que rompe con la tradición universal del fútbol, asentada en la expresión colectiva onomatopéyica del crash,
, ooohhh!, uiiiih!,...o en otra más elaborada y polifónica, resultado de la conjunción de sentimientos locales o pátrios, que plasmados en fanfarrias tales como "...vamos a ganar, oeh, oeh, oeh,...", muestran la esencia básica de este noble deporte.
Un partido de fútbol no es una representación del "Lago de los cisnes", es cierto, pero responde a unos principios por todos admitidos que no deben de vulnerarse, aunque se quiera fomentar el deporte, en este caso es el fútbol, ya que la respuesta puede ser conflictiva. Disfrutemos del mayor espectáculo del mundo -junto con el atletismo-, sin interferencias de ningún tipo, y menos de carácter acústico . Cantemos,cantemos,...o callemos, que también verificaremos nuestro parecer.

